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Los punkies alegres

Entran tres punkies alegres al vagón del metro. Exaltado y ante la sorpresa de la gente.

noviembre

Buenos días, no, no se asusten, ¡ya tienen cara de acojonados! Se piensan que les vamos a pedir dinero, que vamos a mendiga, que les vamos a vaciar los bolsillo, que le vamos a dar el palo, ¿verdad?
¡Pues no! ¡No! Están confundidos. ¡No queremos dinero!
Es más, nos da asco el dinero, ¿verdad? ¡Sí! Nosotros no queremos dinero, venimos aquí con un propósito.
¡Mucho más humano! ¡Mucho más digno! ¡Mucho más revelado! ¡Mucho más sabio que el dinero! Venimos a darle un regalo, ¡sí!, a regalarles algo. Venimos a decirles que se acabó el sufrimiento, se acabó el mal vivir, se acabaron las penas. ¡Ustedes no pueden seguri todas las mañanas levantándose con esa cara de amuermaos que tienen! No pueden levantarse y dirigirse con la misma cara ala mismo lugar, acercándose con pesadumbre a la misma oficina, a mirar las mismas caras de todos los días. Ustedes necesitan un regalo, ¡algo diferente!, ‘algo que les suba la moral!, ¡algo que les haga sentirse jóvenes!, ¡sentirse de nuevo fuertes! ¡sentirse alegres!, ¡libres!, ¡dichosos!, ¡felices! Y para eso estamos nosotros aquí, porque ustedes necesitan algo ¡completa y radicalmente distinto todas las mañanas de su vida!

Vámonos. Un. Dos. ¡Un, dos, tres, cuatro!

Noviembre. 2003. Achero Mañas

¡Es hora de bailar!

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