Estaba solitario como ningún día. El ambiente era distinto, no sólo por la falta de gente. La maquinas no resoplaban e incluso la música era diferente.
-Quedan 30 minutos…
Lo que pensabamos se cumplió: deberíamos ir a toda prisa. Las caras de los «rivales» eran perezosas, en cambio las nuestras desprendian motivación. Comenzar desde arriba hasta bajar. Fuertes brazos reflejados en el espejo. Gotas de sudor cayendo y dolor debido a la falta de entreno. Era el esfuerzo del día de festivo.
–Quedan 15 minutos…
Dos kilómetros virtuales recorridos. Levantamiento de kilos repetitivos cambiando de postura. Las llaves ya sonaban cerca, los tornos no dejaban entrar a más gente. Había «rivales» que se daban la vuelta. No se podía intentar nada a estas alturas.
–Quedan 8 minutos….
Hora de irse. Un cambio rápido y para la calle.
–Quedan 4 minutos…
Ya no hay que fichar. La puerta de salida está abierta.
Cerrado hasta mañana. ¿Y ahora qué?
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